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lunes, 11 de marzo de 2013

El periodo de adaptación




“Consideramos el período de adaptación como el camino o proceso mediante el cual el niño va elaborando, desde el punto de vista de los sentimientos, la pérdida y la ganancia que le supone la separación, hasta llegar voluntariamente a una aceptación interna de la misma.”

Como sabemos, el periodo de adaptación se utiliza cuando los niños y las niñas no quieren ir al colegio, ya sea porque acaban de empezar su fase en infantil, primaria o secundaria, o porque después de estar todo el verano con su familia les cueste nuevamente, en la vuelta al cole, acostumbrarse a sus compañeros y compañeras. Pero a este miedo no sólo es procedente de los niños y niñas, sino, en gran medida, por los padres, como hemos podido ver en la asignatura de sociología de la educación, la familia es un gran agente socializador y tiene una gran influencia sobre los niños, sobre todo a edades tan tempranas. Ya sea cuando nosotros éramos pequeños, o cuando estábamos en el colegio siempre se oía cosas como “¡ay mi niño que le dejo en el colegio!”, y yo me pregunto, ¿acaso se piensan las madres que dejar en el colegio a los niños es un castigo o una tortura? Debido a esto, hoy en día se le da más importancia al periodo de adaptación en la escuela, porque los padres son mucho más protectores con sus hijos y temen el tener que “abandonarlos” en la escuela. Los padres en vez de atemorizarlos con esas cosas deben prepararlos poco a poco en sus casas o en sus vacaciones de verano juntos a familiares y hermanos o incluso llevarles, por ejemplo, a ludotecas, donde ya estén en contacto con un profesor y más niños.

Entonces visto esto, deberíamos preguntarnos una cosa, ¿es sólo el niño el que debe pasar por ese periodo de adaptación? Bajo mi parecer no. No son sólo los más pequeños los que deben adaptarse, sino también los padres, puesto que estos son los que les protegen de una manera exagerada, y en cuanto a esto, recuerdo un fragmento de una lectura de María Montessori “El niño debe ser ayudado a actuar y a expresarse, pero no debe el adulto actuar en su lugar sin una necesidad absoluta. Cada vez que el adulto ayuda al niño sin necesidad, obstaculiza su expansión, y, consecuencia grave de un error de tratamiento en apariencia tan ligero e insignificante, detiene o desvía en algún detalle el desenvolvimiento infantil. Eso ocurre cuando nosotros, con la mejor intención y con la más sincera voluntad de agradarle, lo hacemos todo por él; lo vestimos, lo lavamos, lo colocamos en la silla, lo ponemos en aquella especie de jaula que es su lecho, etc.; y más tarde, cuando es mayorcito, repetimos los mismos errores; considerándolo incapaz de aprender cualquier cosa sin nuestra ayuda, lo atiborramos de alimento intelectual, lo inmovilizamos sobre los bancos de la escuela, nos ocupamos en cercenarle los defectos morales, le destrozamos la voluntad, seguros de que de tal modo lo hacemos más bueno, etc., etc. Procedíamos antes así, sin finalidad, y llamábamos a esto educación.” Y una vez visto esto, podríamos preguntarnos ¿no sería más fácil dejar desde pequeños una autonomía para que la vayan desarrollando poco a poco y así les sea más fácil para su vida futura?

Como futuros docentes e incluso como futuros padres y madres que seremos algún día debemos darnos cuenta que la autonomía personal en un niño es muy importante, si desde pequeños les damos todas las facilidades para realizar las cosas, cuando sean mayores les costará más valerse por sí mismos, pero aun así, esto no quiere decir que no haya que echarles una mano y preocuparnos por sus preocupaciones.


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